domingo, 8 de mayo de 2016

EL ROSTRO DE JOSÉ "RUÍZ" LIFANTE



EL ROSTRO DE JOSÉ “RUÍZ” LIFANTE
por M.A. Plana

Está claro que el físico determina, en cierta medida, en casi todos los aspectos de la vida.  Casi todos.  Independientemente del talento interpretativo, en el cine y la televisión, y, en menor medida, el teatro, por la lejanía, el físico condiciona determinados tipos de papeles a los que acceder, aunque en muchas ocasiones algunos característicos, “brutos” o “feotes” con encanto, han podido ejercer de galanes.

  La belleza no lo es todo, desde luego.  En el caso del personaje del que vamos a hablar hoy, José Lifante, un extraordinario actor de nuestro país, su aspecto podría haberlo vinculado a ciertas películas y personajes, y de algún modo así ha sido, pero no tan asiduamente como podríamos haber deseado los fans, y que, además, al citado, le hubiese reportado tal vez una carrera más extensa.  Si bien se ha atrevido a casi todo (últimamente ejerce de maestro de ceremonias, al más puro estilo Ze do Caixao, en una web serie), y es recordado por muchos aportes secundarios a cantidad de cintas en nuestro país, del género fantástico, o caracterizaciones vinculadas al mismo, que es lo que más hemos apreciado los fans y el fandom en general, no tanto por  estar incluido en títulos señeros, como por aportar su talento a caracteres que cobran vida con su interpretación.  El que éstas líneas escribe ha sido testigo de su enorme valía en determinadas obras de teatro (últimamente se le puede ver en la divertida y “aterradora” “No tengas miedo”).  Fue precisamente en este medio donde colaboró con el actor y dramaturgo Carlos Ballesteros en una versión de “Drácula”.  A Ballesteros lo conocía de antes, y trabajaron juntos con vampiros en un film de Klimovsky (“El extraño amor de los vampiros”).   Del “Drácula” existía una adaptación teatral del gran Enrique Rambal en 1943 que provocaron terror y asombro en los espectadores de la época.  Carlos Ballesteros había efectuado una revisión de la dramaturgia y había efectuado una adaptación bastante rigurosa y al mismo tiempo había diseñado unos espectaculares decorados.  Viendo en escena a Lifante, en una representación de Valle-Inclán, pensó que era el Conde idóneo.  La novedosa idea de Ballesteros era acercar al público la obra de teatro cual si de una cinta cinematográfica se tratase, con mucha inclusión de primeros planos, e hizo rodar distintos cortes que se proyectaban durante la representación  Los espectaculares decorados y lo ambicioso de la producción hizo que fuese un fracaso igual de magnífico.  Los cambios de escenario eran tan constantes que apenas había tiempo para que los técnicos los tuvieran listos en el momento oportuno, provocando con ello distintos accidentes y que se notara demasiado su fragilidad en escena.  Para dar un poco de margen a la hora de las transiciones se incluyeron algunos momentos con un toque de comedia para distraer al espectador.  A pesar de que Lifante siempre se mostró muy contento con su participación en la experiencia, el espectáculo, a pesar de su interés, fue un completo desastre.


Esa vinculación teatral con el género cristaliza ahora en este experimento del humorista, mago, y presentador televisivo, Eduardo Aldán.  A la manera del experimento psicológico minimalista de “La mujer de negro”, “No tenga miedo” supone un giro radical en la carrera de Aldán.  Lifante será nuestro maestro de ceremonias cada noche en el Teatro Infanta Isabel, un edificio que ha sobrevivido a un incendio, dejando como secuela la presencia de algún espíritu.   La cuidadísima ambientación, el terror psicológico y unos  efectos especiales menos especiales que en la versión del “Drácula”, son los ingredientes que hacen que el público lo pase muy bien pasándolo mal.  Como reza la promoción de la obra,si crees que sólo es un espectáculo, y no hay por que asustarse, estás equivocado: nunca te puedes sentir seguro en un teatro, porque, en realidad, no conoces a quien tienes sentado detrás.


Lifante nos recordaba así su experiencia con el “Drácula” de Ballesteros: “Ballesteros y el empresario Jorge Martín, creyendo, equivocadamente, pienso yo, que el público español (lo que puede que en aquella época fuera cierto) no estaba acostumbrado al teatro de estas características y, con  la cantidad de problemas que surgían, decidieron introducir ciertos elementos humorísticos  para aligerar el espectáculo y ganar tiempo en los cambios. Se fue haciendo sobre la marcha, un poco improvisadamente.  Había un momento en que yo, con un candelabro encendido en la mano, descendía por una inmensa escalera desde un, supuesto, primer piso hasta el centro del escenario. Justo en el momento de salir a escena el regidor me advirtió, un poco cachóndamente (lo que da idea de esa improvisación): “¡Alerta, Pepe!  La escalera no está sujeta, la aguantan tres tipos por debajo!”. No les había dado tiempo a encajarla adecuadamente. Salí a escena, puse el pie en el primer peldaño y la escalera cedió...un poco. Jajajaja.  El público aplaudió a rabiar mi espectacular entrada, pero no advirtió que estuve a punto de  romperme la crisma”.


Aunque es Licenciado en Filosofía y Letras e Historia del Arte, Lifante tuvo muy claro desde muy joven, prácticamente desde que acudía al cine con su madre, que quería ser actor.  A los catorce años se matriculó en el “Institut del Teatre” de Barcelona, obteniendo el Título de Arte Dramático y el carnet   profesional (“el del sindicato vertical: teatro, circo y variedades”, nos recuerda).  Después continuó sus estudios en la prestigiosa “Escola d´Art Dramàtic ADRIÀ GUAL”.  Comenzó en el teatro, su gran amor, y muy pronto se trasladó a Madrid, de donde dió el salto al cine.


A mediados de los años setenta se perdió una excepcional oportunidad para el fandom.  El gran Pierrot, gurú del Festival de Sitges en los años setenta, trató de incitar a Naschy y Lifante a formar tándem en el género, al estilo Lugosi/Karloff o Cushing/Lee.  En un cóctel ofrecido a los invitados del Festival en su edición número VI, en 1973, se dieron cita, entre otros personalidades del mundillo fantaterrorífico de la época, tres personas que en alguna de sus actividades artísticas habían interpretado alguna vez a un vampiro.  Comenzando, por supuesto, como no, por el mismísimo Pierrot, que interpretó a  un vampiro en una fotonovela, Paul Naschy, y José Lifante .  Todo obedecía a una extraña maniobra de producción cinematográfica.  Nadie se dio por aludido.

Vamos a repasar ahora un poco la participación señera en determinados films emblemáticos de nuestro cine en materia fantaterrorífica.  Lifante, nacido en Barcelona en 1943, debutó como actor en el teatro, en la compañía de Don Enrique Diosdado y Amelia de la Torre.  Corría el año 1960.  Un año más tarde realiza su primera aparición en el cine de la mano de Francisco Rovira Beleta, en la película “Los atracadores” .   Y ese mismo año rueda “Juventud a la intemperie” de Ignacio F. Iquino , para apartarse del cine durante los siguientes nueve años, tiempo que consagra únicamente al teatro.  En 1974 se traslada a Madrid y retoma una carrera cinematográfica que terminará superando la cifra de los cien títulos.  Es uno de nuestros actores con una filmografía más abultada, casi siempre en papeles secundarios y condicionados por su físico.  En principio destacable en comedias (p.e. el mayordomo de la saga nacional de Berlanga), pero más admirado por otras emociones.  También ha sido actor de doblaje .


Antes de dar el salto grande con la cinta de Jordi Grau, ya había participado en el film por sketches “Pastel de sangre”, precisamente en el episodio “La danza”, el más valorado de la cinta, que recrea la visión medieval de la muerte.  Este episodio fue dirigido por Jaime Chávarri.  Dos años más tarde colaboraría con Grau haciendo de guardia civil en “Pena de muerte”.   Y continuaría fortuna genérica en “La perversa caricia de Satán” (Jordí Gigó, guionista de “Exorcismo”).   Así, en 1974, cuando Lifante decide dedicarle más tiempo al cine, su amigo Jordi vuelve a contar con él para “No profanar el sueño de los muertos”, de los que José Lifante recuerda la tortura que suponía el uso de las lentillas, tecnología en mantillas en la época , y el tiempo pasado en Inglaterra e Italia (donde tuvo la oportunidad e codearse con las estrellas de Cineccitá).  Entre risas, el bueno de  José recuerda que a los actores zombies de la película se les ofreció diversos menús para elegir a la hora de zampar humanos, desde lacón a hígado de cerdo frito.  A ésta le seguiría “El juego del diablo” (de Jorge Darnell, que luego lo dirigirá en la mentada comedia draculesca) y “El asesino de muñecas” (en ambas coincidirá con la malograda Inma de Santis.  Este último film, aunque supuso una aparición tangencial, supone un grato recuerdo para Lifante ya que trabajó con su esposa, Elisenda Ribas, que interpretaba a la madre del protagonista y, éste, David Rocha, había sido alumno del propio Lifante.  Con “Tiempos duros para Drácula” (1976), José Lifante obtiene su primer protagonista.  La fallida experiencia con la obra teatral, reconoce, le fue de mucha utilidad para enfocar su actuación.  Seguidamente, en 1977, vuelve a hacer de vampiro, y con su amigo Carlos Ballesteros.  De Klimovsky nos recuerda su rapidez y seguridad en los rodajes.

Films menores como “Tarzán y el misterio de la selva” (1973, Miguel Iglesias Bonns) , o coproducciones como “Pánico” (1982, Tonino Ricci), “Escarabajos asesinos” (1984, Steven-Charles Jaffe), o “El ataque de los pájaros” (1987, de René Cardona Jr.) , conforman el resto de una cinematografía y un género, en una época, que pudo haber generado industria.  Los ochenta, la etapa dorada del destape, también llamó a las puertas de nuestro protagonista.  Incluso llegaron a ofrecerle un porno.  Diversos cortometrajes le permitieron mantenerse anclado al género.


Aunque donde quizá brilló con más intensidad fue en la comedia, género en el que ha interpretado todo tipo de personajes: con autoridad (agentes de la ley, sacerdotes), y serviles (mayordomos, criados....).

El más grato recuerdo de Lifante es para Terry Gilliam y su barón de Munchausen.  Su Dr. Death, al que accedió gracias a unas fotos que su representante le envió al realizador, es realmente inquietante, pero al mismo tiempo da risa.  Consigue aquí conjugar sus dos facetas actorales.  También de aquel rodaje se llevó la promesa de Gilliam de contar con él para su particular versión de Don Quijote.

Su mayor decepción fue cuando hizo las pruebas para Stuart Gordon para “Dagon, la secta del mar”.  El realizador de “Re-animator” quedó encantado con su recreación del borracho del pueblo de pescadores. “Un hombre enjuto, destrozado por la bebida, que en pleno “delirium tremens” escapa de la secta del mar huyendo por entre los pilares  que sostienen las casas. El director quedo contentísimo, pero no conseguí el papel. El productor de Filmax se empeñó en que lo hiciera Paco Rabal. Yo acepté un segundo papel que me ofreció Stuart, el recepcionista del hotel, para compensarme de algún modo. Nos hicimos buenos amigos. Son cosas que pasan” .




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