Sacrificado, luchador, impetuoso y de una imaginación desbordada son alguno de los apelativos que resaltaban quienes conocieron en persona a Amando de Ossorio. Su contribución a la filmografía nacional quedo marcada por la creación de unos personajes que marcarían la carrera de este humilde cineasta gallego, siendo reconocido internacionalmente por sus monjes momificados, los caballeros Templarios que consiguieron volver de sus tumbas en cuatro ocasiones gracias, en gran parte, al interés económico de productores extranjeros que supieron ver el sustancioso filón que con tanto cariño acarició Amando.
"La noche del terror ciego"(1972), "El ataque de los muertos sin ojos"(1973), "El buque maldito"(1974) y "La noche de las gaviotas"(1975) fueron las cuatro cintas que protagonizaron aquellos monjes sedientos de sangre y venganza, hoy convertidos en auténticos iconos de nuestra filmografía fantástica, pilares de una carrera plagada de altibajos y devanares.
Las razones del éxito de estas criaturas las debemos buscar mas allá del subconsciente colectivo de una población cañí asediada por una dictadura cuyo régimen no hizo mas que alimentar el hambre de un público sediento de sangre, sensaciones fuertes y, como no, sexo. Y todo ello lo puso en bandeja Amando de Ossorio al españolito de a pie de los primeros años 70 que acudía al cine con ganas de ver un poco más de carne ibérica. Aunque suene burdo, posiblemente sea la explicación más razonable si pensamos en la creciente efervescencia del género fantástico y de terror que vivió su década dorada en España justo en la época citada. Incluso se llegaron a rodar escenas más salidas de tono, con más destape y morbo, para su venta a distribuidoras extranjeras.