jueves, 9 de mayo de 2013

LAS TRES CARAS DEL MIEDO. MARIO BAVA POR CARLOS AGUILAR




Calentito está el libro de ensayo "Mario Bava", cuarta contribución del crítico e historiador Carlos Aguilar a la colección Signo e imagen, de Cátedra. En esta ocasión, el infatigable e incombustible Aguilar nos brinda un gran trabajo. Desde mi humilde postura sólo un estudio de un maestro puede hacer justicia a otro maestro, y es lo que, con el paso de los años, ha llegado a ser Carlos Aguilar para mucha gente interesada, tanto del fandom como de la crítica, tanto especializada como sin especializar: un maestro. He disfrutado, como siempre, enormemente con este libro. Y también he aprendido mucho con sus más de 330 páginas. Gracias, Carlos. También gracias por la honestidad al desarrollar un trabajo donde para nada nos encontramos con palabras huecas, capítulos repetidos, abundando varias veces en los mismos constructos, y un desfile de imágenes, más o menos atractivas, con las que se pretenda hinchar un libro que, en muchas ocasiones no da para más o para suplir la falta de artificio del redactor. En este último aspecto valgan también los agradecimientos para Javier G. Romero por tu talento como maquetador (además de otras cosas) y su abundante e interesante material gráfico del que se nutren muchas publicaciones de este país.
 
 

En primer lugar, no cabe duda que un libro-estudio sobre una personalidad del mundo del cine (salvo que sean las jugosas memorias en prime-time, escandalosas y reveladoras, de una estrella del celuloide, o un realizador brillante, pero con demasiadas sombras para hacer cine en color) debería ser lo suficientemente interesante y atractiva para que los curiosos y los amantes piquen el cebo. También debería ser una figura muy poco estudiada o reflejada en sesudos ensayos semiológico-rolleros de sectores ideológicos pobres en gustos evasivos. Mario Bava cumple con ambas facetas.
 
 

El libro estudia detenidamente toda la filmografía profundizando en todos los méritos y toda la trayectoria profesional e intelectual y artística del estudiado. Para ello, Carlos ha dividido la carrera de Mario Bava en seis bloques. Desde sus años como director de fotografía hasta desembocar en su decadencia, si bien, como demuestra y convence Aguilar, ninguno de sus trabajos, siquiera los menores, está exento de interés. El trabajo se completa con múltiples declaraciones, testimonios, críticas y acotaciones que enriquecen el discurso general, acompañado de una reveladora bibliografía y una filmografía pormenorizada.

La presentación del libro tuvo lugar el pasado 19 de abril a las 17:30 en la Filmoteca Nacional. Al término de la presentación se proyectó “La máscara del demonio”.
 
 

Aguilar se desmarca de su rebeldía iniciática como miembro de un fandom transicional y en un exceso de rigurosidad pone a caldo a casi toda la cinematografía italiana del género en su nuevo libro sobre el maestro Mario Bava. No es oro todo lo que reluce, está claro. Y, como él mismo también reconoce muy fríamente, este tipo de cine (de géneros o de subgéneros) es fruto de un momento histórico y social concreto (en Europa, claro) que tuvo un comienzo, un nudo y un desenlace. Lo paradójico es que su mayor momento de gloria, casi coincide con el de su declive. Y lo mismo vale para el cine patrio.



Si Bava gusta, reviste interés, y es admirado, ya no lo es tanto por ser hijo de Eugenio Bava (podría decirse que el padre de los efectos especiales italiano), como por ser un esteta consumado que imprime su huella como una visión indeleble en la mayor parte de su obra más significativa, creando su propio e inigualable e inimitable, pero fácilmente reconocible, estilo. Sus comienzos de ayudante de su progenitor, de especialista y trucajes y grandioso director de fotografía, le permitió estar presente en gran parte de la historia y evolución de la cinematografía italiana.
 
 
Nos encontramos, pues, con un primer rostro. El de Bava experto en trucajes caseros y poco complicados, pero sumamente efectivos, ingeniosos y ahorrativos. Una baza importante para dedicarse a un cierto tipo de cine de evasión. Desde el peplum o kolossal, hasta el poliziesco, pasando por el fumetti, Bava tocó todos los palos. Por su tratamiento formal y espacial, el cromatismo tan brillante como conmovedor, aún en sus cintas en blanco y negro, podríamos hablar de un segundo rostro: el del artista, el pintor, el esteta, con su propia descabellada y alucinada paleta de colores. Pasamos del artesano eficaz, eficiente y profesional, al artista esquivo. Pero nos queda un tercer paso para bautizarlo como maestro, su tercera cara, la del maestro. ¿Y qué es un maestro? Un creador. Bava es el inicio del cine gótico italiano (“La máscara del demonio”), del giallo (recogido y machacado por Argento cinco años después de “Seis mujeres para el asesino”) y, gran parte del cine posterior le debe mucho (ya no el italiano, sino el americano que puso de moda un “slasher” que ya el gran Mario había inaugurado en “Bahía de sangre”1). Como todo los genios y todos los profetas, Bava siempre fue más admirado y respetado fuera que dentro.



En definitiva, un libro sensacional, escrito con pasión, pero sin dejarse llevar arrebatadamente, sobre uno de los nombres clave del cine de géneros, y sobre el cual existía un gran vacío editorial en nuestro país.


                                                                                                                           M. A. Plana


1Sin hablar del claro influjo de “Terror en el espacio” en “Alien”.

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