Dirigida por NARCISO (Chicho) IBAÑEZ SERRADOR, uno de los grandes referentes de nuestra televisión (HISTORIAS PARA NO DORMIR; UN, DOS TRES…) y rodada en los estudios del Paseo de la Habana de RTVE -allá donde se gestó otra mítica serie: ESTUDIO 1-, tal y como indica el estudioso de cine de terror y fantástico Ángel Gómez Rivero: “Historias para no dormir fue un proyecto de serie televisiva que continuó a otra serie hermana de título Mañana puede ser verdad, y experimentaba con fórmulas ya trabajadas en la etapa argentina de Chicho, bajo el título de Obras maestras del terror. (…) Chicho, a la manera de Hitchcock y sus famosas presentaciones para la también serie televisiva de misterio e intriga Alfred Hitchcock presenta (1955-1962), emuló al genio británico con unas introducciones breves, cargadas de humor negro, como antesala de los capítulos. Dichos prólogos llegaron a convertirse en tan célebres como las propias historias que presentaban. Porque en el alma del realizador siempre anidó un actor, tal vez por herencia de familia, como él a menudo ha comentado con orgullo.
Pura joya catódica en medio de aquella España católica (tres temporadas entre 1966 y 1968 y una segunda y truncada época en 1982), aquella treintena de episodios grabados en magnetoscopio y paridos por el genio y la heterodoxia intelectual de Narciso Ibáñez Serrador (Montevideo, 1935) se fue convirtiendo, a medida que entraba en las casas cada viernes por la noche como si de un poltergeist celtibérico se tratara, en todo un clásico de la historia de la televisión española. Hoy se cumplen 50 años exactos de la fecha de emisión del primer capítulo de la serie, El cumpleaños. Luego vendrían El pacto, La cabaña, El tonel, El regreso, El último reloj, El trasplante, La pesadilla, El muñeco…
Imagen de el capítulo 'El cuervo'.
Imagen de el capítulo 'El cuervo'.
Hay que decir que la cosa ha envejecido bien. Contemplados hoy con buena disposición y asumiendo de entrada el inexorable paso del tiempo en lo tecnológico y en lo narrativo —pero en este último extremo, habría que preguntarse si ese devenir no habrá sido para peor en muchas cosas, por ejemplo, para la ficción en las pantallas de este país—, Historias para no dormir preserva toda la magia y todo el aroma que la hizo triunfar hace medio siglo. Está disponible, con buena calidad de imagen y sonido, en la colección Grandes series clásicas de TVE, editada por 39 Escalones Film.
El 22 de abril de 1966, el padre de la criatura daba a los espectadores la clave del invento, el porqué de su indescifrable éxito, lo que subyacía bajo aquel triunfal desfile de tormentos televisivos. En una de sus inolvidables presentaciones previas a cada capítulo —inspiradas al 99,9% en las que el maestro supremo del género había ofrecido años antes en la serie Alfred Hitchcock presenta, pero con la marca de la casa, aquella mezcolanza de humor negro y actitudes inquietantes—, Chicho Ibáñez Serrador explicaba: “Lo más peligroso para un programa de terror o suspense es lo cerca que estos temas están del ridículo”.
'La casa', otro de los episodios de 'Historias para no dormir'.
'La casa', otro de los episodios de 'Historias para no dormir'.
Su afán no era otro que alertar a navegantes del género y a públicos poco avezados: el exceso de truculencia lleva a la risa, al escarnio incluso. Los monstruos no tienen que verse o tienen que verse poco. Mejor sugerir que mostrar. Ahí radicó el éxito de Historias…
Nombres ilustres del teatro y del cine de entonces pululaban por aquellos relatos de miedo, inquietud, suspense, fantasía o ciencia-ficción: Luis Prendes, Elisa Ramírez, Manuel Galiana, Gemma Cuervo, Carlos Larrañaga, Concha Cuetos, Fernando Delgado, Irene Gutiérrez Caba, Lola Gaos, Joaquín Dicenta, José María Prada, Lola Herrera… y, sobre todo, Narciso Ibáñez Menta, uno de los más grandes actores dramáticos españoles, además de padre de Chicho y, al decir de este, verdadero coautor de la serie. La música era lo mismo de Waldo de los Ríos que de Miles Davis. Los autores adaptados se llamaban Edgar Allan Poe, Ray Bradbury, Henry James, Fredric Brown, Guy de Maupassant…
Indefectiblemente, un tal Luis Peñafiel firmaba en el apartado “guion para la televisión”. Luis Peñafiel no era otro que Chicho Ibáñez Serrador. Un creador de televisión de los que, como los dinosaurios —aunque él siga vivo—, ya se extinguieron. Un creador para no dormir.
Amante confeso de la literatura de Edgar Allan Poe según sus propias palabras: «A los diez años ya consumía a Poe», el Chicho guionista, de seudónimo Luis Peñafiel, recurrió a menudo a los relatos del poeta de Boston, a los que rebautizó como El último reloj, El tonel, El pacto, La promesa, El trapero
Y supo buscar la variedad en otros autores que también ofrecían propuestas inquietantes: W. W. Jacobs, Henry James, Guy de Maupassant
, con especial seguimiento a Ray Bradbury, del que supo captar la fascinación, el misterio y la poesía humanística. (…) Si nos atenemos a los resultados, considerando las dificultades y limitaciones técnicas, la serie Historias para no dormir es admirable, compuesta por un ramillete de obras maestras dentro del medio televisivo y de otros tantos títulos notables. De hecho, influyó en series posteriores, y el retornar de la misma en 1982, ya en formato en color, demostraba que era un clásico anhelado y recordado por todos. “
Hoy 50 años después tenemos la oportunidad de revisionar o descubrir esta pequeña joya y, por qué no, brindar un merecido homenaje a Don Narciso Ibañez Serrador o, como todo el mundo lo conoce, Chicho.
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